Esta mañana me desperté y no estabas. No estabas entre las sabanas ni entre las cobijas. No estabas entre mi cuarto y el baño. No estabas en la computadora mientras checaba infinitas páginas. No estabas a la hora del desayuno, ahí a un lado mirándome mientras comía. No estabas a la hora que volví a mi cama a recostarme y pensar en la vida y demás complicaciones. No te encontré ni siquiera a la hora de ir a la tienda por las calles, ni en los rincones y recovecos de las cuadras. Tampoco pude encontrarte a la hora de la comida, sentada a un lado mío comiendo y disfrutando un banquete hecho para ti. No pude encontrarte entre todos mis discos, ni mis listas de reproducción en la red. No pude verte mientras veía fotos y fotos de gente que no conozco y posiblemente nunca conoceré. Ni tampoco estabas en las conversaciones que tenia con mis amigos y conocidos, no estabas entre ninguna de ellas. Trate de encontrarte y no lo logre tocando los acordes de una guitarra, ni en sus armonías, ni en ninguna de sus notas y escalas cromáticas, mayores, menores, modales, etc. Te busque a la hora de la siesta, a ver si te habías escondido en mis sueños o haber si de pura casualidad te aparecías al momento en el que despertara, con la vaga esperanza de abrir los ojos y de que estuvieras mirándome fijamente con una sonrisa. No pude verte a la hora en la que entre a ducharme, no estabas entre el vapor de la regadera, ni atrás de la cortina del baño, ni en el espejo, con tu cuerpo desnudo mirándome. Pensé torpemente que quizás estarías por la ciudad y las calles que frecuento, que tal vez el destino era tan compasivo que me dejaría verte en algún momento pasar por alguna avenida o te vería estacionada en algún semáforo en rojo. Luego volví a mi casa sin esperanza, volví con mi fe rota y completamente desalentado, sabiendo que ya a esta hora sería prácticamente imposible encontrarte por ahí, me di cuenta que estaba pidiéndole peras al olmo. Finalmente recurrí a ese lugar donde sabría que sin problema alguno te encontraría, que quizás no serías tú, pero que de una u otra forma ahí estarías, así que cerré mis ojos y empecé a recordar, y efectivamente ahí te encontré, sonriente, juguetona y risueña, te encontré haciendo juegos de palabras, te encontré cantando melodías alegres, te encontré dormida y tiritando, buscando mi cuerpo, pude verte como tenía tanto tiempo que no lo hacía, desnuda de tus preocupaciones, de tus miedos y tus demonios, contándome algún anécdota de lo que había pasado en tu día o de algún evento que había ocurrido en tu casa y haciendo de cuenta que nada del mundo en realidad importaba. Finalmente como si fuera un acto hipnótico, salí de ese trance lúdico y comencé a pensar y a darme cuenta que eso no era lo que necesitaba, que era un bello espejismo, pero una ilusión a fin de cuentas, así que solamente entorne mis ojos hacia otro confín de mi mente y me puse a divagar en algo más, en algo que no me hiciera tanto daño, en algo sin fin. Así pasó otro día mas, quizás tú hiciste lo mismo, quizás me buscaste por todos esos huecos de la ciudad y de tu mente y solo pudiste encontrarme en un recuerdo y quizás en una canción o dos. Finalmente después de tanto pensar, lo único que me queda es volverme a dormir, y creer en la posibilidad de que tal vez está noche te pueda soñar, y que tal vez, en esos sueños podamos platicar y compartir como alguna vez, y poder despertarme con la sensación de que de una manera u otra, eso fue casi real.